90 aniversario de Annual. El autor de «Doce balas de cañón» recorre los escenarios de la mayor catástrofe militar española, en la que murieron alrededor de 13.000 soldados
España
Regreso al lugar del Desastre
Día 17/07/2011
Es  cierta la Teoría de la Relatividad aplicada a la Historia: se tardan  dos horas en recorrer noventa años, es la distancia que separa Melilla  de la gran explanada de Annual viajando en un todoterreno, hoy un lugar  olvidado en la memoria de los nietos de aquellos que dejaron sus vidas  en un suelo áspero y polvoriento en el que lucharon tropas de reemplazo  poco entrenadas contra las cábilas rifeñas. Annual en la memoria  colectiva española es una mezcla de nombres y lugares: Silvestre,  Izúmar, Abd el-Krim, Navarro, Igueriben, Monte Arruit, Sidi-Dris,  sustantivos y topónimos que forman una nebulosa que se sitúa mal en el  mapa de la Historia.
Hace  noventa años la sociedad española se espantaba con las noticias que  llegaban desde el norte de África pero desde entonces no hemos tenido  tiempo para reflexionar sobre lo que allí ocurrió, en aquel campamento  instalado desde enero en la llanura de Annual, al este del río Amekran,  rodeado de montañas y barrancos, flanqueado por posiciones estratégicas  que en muchos casos carecían de agua, lo que las convertía en trampas  para su defensa. El general Juan Picasso lo intentó, quiso poner todo  aquello en orden, redactó su famoso Expediente que nunca llegó a ser  leído en el Congreso. El general anotó 13.636 muertos. Rupert Furneaux,  autor de «Abd el-Krim emir of the Rif», años más tarde escribió que  murieron dieciocho mil combatientes, «virtualmente un ejército entero»,  decía en las páginas de su libro.
Vestigios de la batalla
 Hoy apenas quedan  vestigios de la batalla y algunas ruinas están siendo demolidas, caso de  la antigua aguada que permanecía en pie en el campamento de Ben-Tieb y  que acaba de ser convertida en escombros porque van a construir unos  pisos, el ladrillo es todopoderoso. Otra aguada, ésta en Montea Aruit,  espera también a la piqueta (pero aún desafía al tiempo con la última  mano de cal que le dieron hace mucho tiempo).
Annual  es una zona agrícola, hoy igual que hace noventa años, en la que sus  habitantes recogen el trigo como toca todos los meses de julio desde que  el campo es campo. Hay que echar mucha imaginación y poner interés en  la topografía militar antigua para localizar algunos puntos claves. En  ocasiones el paisaje se convierte en un lugar muy agradable para  sentarse a escuchar los pájaros, sitios encantadores para leer un buen  libro a la sombra de un eucalipto. Nada, salvo la lectura de libros de  historia militar, o novelas que recrean lo que allí ocurrió, lleva a la  certeza de que estamos pisando una tierra donde hubo combates atroces,  se profanaron cadáveres y los buitres se dieron un festín en una barra  libre en la que había desde coroneles a imberbes soldados adolescentes  despanzurrados al sol con los ojos abiertos ante el espanto. 
Para  hacernos una idea de cómo debieron ser aquellos días, podemos acudir al  informe que redactó el general Cabanellas cuándo meses después recuperó  una de las posiciones: «Acabamos de ocupar Zeluán, donde hemos enterrado  quinientos cadáveres de oficiales y soldados. El no tener el país unos  millares de soldados organizados les hizo sucumbir. Ante estos cuadros  de horror no puedo menos que enviar a ustedes mis más duras  censuras.Creo a ustedes los primeros responsables. Han vivido ustedes  gracias a la cobardía de ciertas clases, que jamás compartí. Que la  historia y los deudos de estos mártires hagan con ustedes la justicia  que merecen…».
Hoy,  domingo 17 de julio pero de hace noventa años, comenzaba el asedio a  Igueriben, una colina defendida por 354 soldados al mando del comandante  Julio Benítez. Aquellos «condenados a muerte» iban a ser los primeros  en caer en una tragedia que luego derivó en una huida atropellada a lo  largo de lomas y barrancos hasta Melilla. Subir Igueriben por su cara  oeste es un auténtico rompepiernas que se ha de realizar en varios  tramos. Para llegar a la base de la senda —llamarle camino es una  temeridad— es necesario pasar por el patio de un vecino que ya está  acostumbrado a ver a españoles de excursión de vez en cuando. El tipo es  muy amable, pregunta si eres del Barça (él es del Madrid), y luego  cuando bajas uno de sus hijos te ofrece restos de munición: balas de  cañón, vainas de fusil o de pistola, balines de los que iban dentro de  las granadas y saltaban al explotar. Cuentan que han llegado a encontrar  hasta hebillas de cinturones. Transcurrido el tiempo aún se puede  localizar material bélico a granel.
Bebieron betún y orín
 Cerca de Igueriben,  al oeste de Annual, se sitúa la loma de los Árboles cuya ocupación por  parte de las cábilas rifeñas supuso un gran revés para el general  Silvestre. Desde que las tropas españolas se instalaron en Annual los  Regulares al amanecer salían de batida hacia ese monte para despejarlo  de rifeños, pero en la mañana del 17 de julio de 1921 no pudieron  completar la patrulla porque el enemigo había aprovechado la noche para  fortificarse. Aquel día los que huyeron fueron los Regulares y empezó la  tragedia del cerco a Igueriben, cinco días sin agua en los que llegaron  a beber tinta, orina y betún. Pero no se rindieron.
El  general Silvestre seguía las operaciones desde el puesto de mando  situado a cinco kilómetros, la zona donde estuvo su tienda de campaña se  conserva como si el bigotudo militar fuera a salir de ella con sus  botas de Caballería. Entre Annual y el resto de posiciones funcionaba el  heliógrafo (un espejo acoplado a un trípode que con la ayuda de la luz  emitía señales de morse) como transmisor de mensajes 
De la posición  que estableció Silvestre en enero de 1921 queda la explanada en la que  estaba el centro de observación y transmisiones. Las comunicaciones con  Melilla eran a través de radiotelegrafía. Hoy la loma de los Árboles es  un paraje idílico para sentarse a tomar la merienda. Nadie podría decir  lo contrario; el centro de observación está rodeado de campos de trigo  donde el mayor peligro es que te pique una avispa.
No  muy lejos de allí, hacia el norte, la posición de Sidi-Dris domina la  playa desde sus tierras rojas. el camino de acceso es tan complicado  como lo era entonces. Ironías de la historia: muy cerca del puesto de  mando de Silvestre se alza el monumento en memoria a Abd el-Krim y donde  se celebra la victoria ante «sesenta mil españoles» (en la victoria hay  también exageración y peloteo). Es el segundo monumento en el mismo  emplazamiento. El anterior les debió parecer poco lujoso. En torno a él  se organiza todos los años un acto al que acuden las autoridades de la  zona encabezadas por el gobernador de Nador el 21 de julio (fecha en la  que cae Igueriben y comienza la espantada general… y de tropa, también).
Si  dejamos Annual y emprendemos la ruta de huida de la columna, llegamos a  la cuesta en la que se inicia el angosto camino del barranco de Izúmar.  Desde sus alturas los españoles recibieron un duro castigo. A la  izquierda sigue en pie el pozo donde murió el coronel Morales, jefe de  Asuntos Indígenas y gran conocedor de lo que ocurría entre las cábilas  puesto que hablaba perfectamente árabe. Ese pozo abastece ahora a un  huerto de naranjos que llevan hasta una casita de campo. Enfrente, el  famoso «silvestrón», un lugar dónde la tradición oral dice que cayó  Silvestre. A él han acudido desde hace años las embarazadas de la zona  para tener hijos «altos y rubios».
En  su repliegue, la columna de Navarro es atacada por la retaguardia y por  los flancos. Al llegar al cauce del río Igán, en los meses de julio  completamente seco, el Regimiento Alcántara de Caballería salió en su  defensa dándose uno de los episodios heroicos que tuvo el gran desastre.  No quedan restos del puente por el que cruzaron a galope, pero la  explanada, sobrecogedora en sus generosas dimensiones, sirve para hacer  una idea de cómo debieron ser las escaramuzas. Los cuatro escuadrones de  sables y uno de ametralladoras del Alcántara, al mando de Fernando  Primo de Rivera, acabaron cargando al paso una vez agotadas sus fuerzas.
Navarro  sigue camino hasta Monte Arruit, donde llega el 29 de julio buscando  refugio. Los que huían llevaban muchos días caminando sin descanso  portando las pocas provisiones que tenían y a los heridos en pésimas  condiciones. La prisa y la desesperación que tenía Navarro le hizo  abandonar a tres cañones en la cuesta de entrada a la posición. Apenas  un par de ventanas tapiadas nos recuerdan las fotos antiguas de Monte  Arruit.
Noventa  años después las campanas de la iglesia de Nador, testigos de los duros  combates que relataban los soldados que venían del frente, cuando  suenan es para llamar a misa. Ya sólo asustan a las palomas. Y ante la  muralla de Zeluán un tipo vende artesanía con una camiseta de la  Selección con el nombre de Villa.
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