La generación perdida de Zapatero
GENERACIÓN NI-NI -
(NI TRABAJO NI ESTUDIO)
ECONOMÍA
L M. ONTOSO / F. PÉREZ
Convencidos de que era una de las llaves que podría entreabrir la puerta del poder, los estrategas de la campaña electoral del PSOE en 2004 fijaron entre sus grandes objetivos movilizar a los dos millones de nuevos votantes. La idea, repetida con indisimulada insistencia, era reeditar la «alianza generacional» que, según el entusiasta candidato, se produjo en 1982.
Zapatero condensaba así la doctrina en un mitin en Murcia el 4 de marzo: «Mirad a estos jóvenes. Han tenido la posibilidad de una educación gratuita y pública que les ha convertido en la generación mejor formada de nuestra historia gracias al cambio que hubo en el 82. Ahora tienen derecho a tener un empleo estable y una vivienda, a poder formar una familia y a tener una vida digna a una edad razonable».
Siete años después, ese futuro de luz y de color se traduce, blanco sobre negro, en un paro juvenil del 43% que bosqueja un horizonte nublado en el que se confunde toda una generación dispuesta a aprovechar cualquier rendija parecida a una oportunidad, pero a la que nadie ofrece una salida. Alguien traicionó los términos de la alianza...
«Nadie te ayuda a dar el primer paso»
Andrés Vicente Oñate, 24 años
Formación: Bachillerato y módulo de grado superior de gestión comercial y marketing. Último trabajo: Camarero. Ciudad de residencia: Madrid ¿Desde cuándo busca trabajo?: Desde 2010 ¿Qué trabajo busca? «Cualquier cosa que salga», admite
Andrés Vicente Oñate llegó a España, procedente de Ecuador, hace diez años. Encontró fácilmente un trabajo como camarero; «se cobraba bien» —1.200 euros— y parecía garantizar un futuro... hasta que la crisis se llevó por delante toda promesa de continuidad. «En casa necesitan que encuentre mis propios medios para subsistir económicamente».
Como la alternativa en el mercado laboral era la nada, decidió apuntarse a un módulo de grado superior (antigua FP) de gestión comercial. Oñate desconfía de las movilizaciones y cree que su utilidad es «mínima». Habla poco y se queja menos. «Está bastante difícil. Exigen experiencia y, sin embargo, nadie te ayuda a dar el primer paso».
«Es imposible salir adelante así»
Alberto Canales, 24 años
Formación: Educación Secundaria. Últimos trabajos: Aseguradoras y gestión y cobro de morosos. Ciudad de residencia: Fuenlabrada (Madrid) ¿Desde cuándo busca trabajo?: Julio de 2010 ¿Qué tipo de empleo busca?: Trabajo de comercial o en compañías aseguradoras
La trayectoria laboral de Alberto Canales reproduce, casi con disciplinada exactitud, los altibajos de la economía española de la última década. Como agente de seguros en pleno «boom» inmobiliario, trataba de vender pólizas de accidentes y enfermedad a pie de obra, donde el empleo sumergido era la antesala de bajas prestaciones sociales. Tenía 19 años y había abandonado sus estudios de Bachillerato, convencido de que la mejor formación no siempre desemboca en un puesto de trabajo estable. En 2008 estalló la burbuja y, «como todo se pagaba a comisión», Canales pasó a cobrar entre 200 y 300 euros mensuales. Desde entonces ha ido encadenando empleos precarios, entre ellos uno en una gestora de morosos financieros, la otra cara de la crisis del ladrillo. «Este no es un país de grandes oportunidades. O tienes apoyo, una familia que pueda proporcionarte un futuro o no hay alternativa. Realmente es imposible salir adelante así».
A Canales se le nota cansado, no de chocar siempre contra la pared de la temporalidad, sino de buscar referentes donde no impere la esterilidad de ideas. «Los partidos varían, pero sus políticas no. Ni ellos ni los sindicatos nos van a sacar de ésta. Nada se arreglará si no salimos a la calle».
«"Ni-Ni" me parece faltar al respeto»
Nerea Cuevas, 22 años
Formación: Publicidad y Relaciones Públicas. Últimos trabajos: Camarera. Ciudad: Fuenlabrada (Madrid) ¿Desde cuándo busca trabajo?: Desde enero de 2011 ¿Qué tipo de empleo busca?: Un puesto de trabajo en una agencia de publicidad
Nerea se encuentra en esa fase añorada por muchos jóvenes que han finalizado sus estudios: el último año de universidad. Pero lejos de ser un paraíso de despreocupación en el que cualquier excusa vale para apurar los últimos minutos de fiesta con los compañeros, la inquietud manda. Ya no salen prácticas y el futuro resulta cada vez más impreciso. «Estamos indignados, pero no nos quejamos. Deberíamos movernos más y mostrar a la opinión pública que es insostenible».
Cuevas, que ha trabajado de forma esporádica como camarera, teleoperadora, repartiendo publicidad y azafata, se irrita cuando le mencionan los tópicos asociados a esa generación, que —ya sea por ausencia de oportunidades o por su propia voluntad— ni estudia ni trabaja. «El apelativo «ni-ni» me parece una falta de respeto. Desde que terminé Bachillerato he trabajado en lo que he podido, porque lo necesitaba. Los perjudicados somos nosotros, siempre y directamente. Tienen un prejuicio que no merecemos».
«Hay gente que acepta lo que sea»
Pablo Gallego, 22 años
Formación: Diplomatura de Empresariales. Últimos trabajos: Trabaja de prácticas, cobra 400 euros al mes. Ciudad: Madrid. ¿Desde cuándo busca trabajo?: Desde julio de 2010. Actualmente trata de fundar una empresa como emprendedor ¿Qué tipo de empleo busca?: Gestión y dirección de empresas
El de Pablo Gallego no es un discurso al uso. Llama la atención la vehemencia con que este gaditano, que se trasladó a Madrid hace año y medio, da la espalda a la precariedad laboral, rehúye la pose de la que Dominique Strauss-Kahn bautizó como «generación perdida». Gallego trata de fundar su propia empresa. Y no lo considera descabellado. «Creo que va a llegar el “boom” de los jóvenes emprendedores». Ese optimismo, sin embargo, no le impide ver la situación desesperada en que se encuentran muchos de sus compañeros. «Todo el mundo, tanto en mi familia como en la universidad, está asqueado. Hay gente que acepta lo que sea, incluso trabajar sin remuneración».
También rechaza de plano el estribillo de «no hay futuro» que parece presidir el ánimo de algunos de los jóvenes de su edad. Pide acción. «Se podrá comprobar la implicación de los jóvenes en las manifestaciones que vienen, como la del 15 de mayo. Internet echa fuego».
«Yo quiero trabajar en España»
Josep Vicent Pavia, 27 años
Formación: Licenciado en Economía Máster en Auditoría de Cuentas. Último trabajo: Camarero en un hotel en Inglaterra. Ciudad: Valencia ¿Desde cuándo busca trabajo? En su ámbito, desde julio de 2009 ¿Qué trabajo busca? Departamento administrativo y financiero en alguna empresa o banca.
La hoja de méritos avala a Josep Pavia. Durante la carrera realizó prácticas de verano en Ruralcaja. Comenzó en banca poco antes de licenciarse. Tras unas prácticas de ocho meses, su siguiente empleo fue como economista en la Consejería de Inmigración y Ciudadanía. Trabajó con la modalidad de «salario joven» durante seis meses no prorrogables. Acabado esto, pasó tres meses en paro y en julio de 2009 participó durante dos meses en las tareas administrativo-comerciales de la ampliación de capital del Valencia C.F, informa Raúl Cosín. A partir de ahí, se frenó en seco la vida laboral. Como otros muchos, a mediados de 2010 buscó trabajo a través de una agencia en Inglaterra. «Tenía la sensación de estar perdiendo el tiempo. Quería ampliar conocimientos y, sobre todo, trabajar. Salí de mi casa para evadirme de la situación en España y aprovechar para conocer otra lengua». En tierras británicas trabajó como camarero en un hotel de cuatro estrellas. En enero decidió volver, pese a poder continuar allí con un trabajo, porque «siempre he tenido la intención de encontrar trabajo en España».
«No quiero ser una carga para mis padres»
Blanca Guillén, 25 años
Formación: Magisterio y Psicopedagogía. Último trabajo: Sustitución en una guardería. Ciudad de Residencia: Granada. ¿Desde cuándo busca trabajo? Desde abril de 2010 ¿Qué tipo de empleo busca? Maestra
No ha llegado a tener un empleo estable después de terminar su formación hace un año. Ha hecho alguna sustitución en guarderías y se busca la vida como canguro para no suponer demasiada «carga a sus padres», una administrativa del Servicio Andaluz de Salud y un prejubilado del sector bancario. Dice que ha dejado currículum «por toda Granada»: en escuelas y en guarderías pero también en empresas socioeducativas. Ve muy complicado encontrar trabajo en el sector privado y, más aún, sacarse unas oposiciones, aunque lo intentará en la próxima convocatoria que haya para psicopedagogos. De momento solo busca en el ámbito profesional para el que se ha preparado. No está esperanzada en encontrar ese empleo. Así que «de aquí a poco» empezará a buscar también «en tiendas de ropa y cualquier cosa», informa Diego Márquez.
Tiene un hermano y, aunque no tiene quejas de sus padres, quienes no le ponen «pegas para nada», quiere independizarse. De momento no va a ser posible. Es realista, más realista, en su opinión, que las propuestas que plantean los políticos para mejorar una situación económica que mejorará porque «a peor no puede ir».
«Somos el futuro, pese a quien pese»
Rebeca López, 29 años
Formación: Arquitectura. Último trabajo: En un estudio de arquitectura. Ciudad de residencia: Madrid. ¿Desde cuándo busca trabajo? Desde hace dos meses ¿Qué trabajo busca? Alguna ocupación relacionada con el paisajismo o la arquitectura
El caso de Rebeca López demuestra que el historial de precariedad en España viene de largo. Desde que se licenció como arquitecta en 2002, nunca le han puesto un contrato laboral sobre la mesa. Siempre ha sido «lo que se denomina un falso autónomo, con todas las obligaciones de un trabajador, pero ninguno de sus derechos». Es decir, menos de 900 euros al mes, sin vacaciones ni pagas extraordinarias. Recuerda que el 32,4% de los arquitectos españoles, según el Sindicato de Arquitectos (SARQ), está en paro.
«Hay ofertas de algunas escuelas de arquitectura para trabajar gratis, incluso para que pague el trabajador. Me parece indignante que esto ocurra», denuncia Rebeca, quien no descarta irse al extranjero, donde su «profesión está más reconocida». Confía, sin embargo, en que la sociedad española despierte. «La gente cada vez se está moviendo un poco más, pero no hemos reaccionado hasta que no nos hemos visto en la boca del lobo», concluye. Sin embargo, no tiene mucha confianza en los políticos, sean de una u otra acera: «Ninguno de los dos partidos demuestra interés. Y nosotros somos el futuro del país, le pese a quien le pese».
«Apenas hay apoyos para la investigación»
Miguel Ángel Casero, 29 años
Formación: Formación Profesional de Anatomía Patológica y Citología. Último trabajo: Celador y suplencias de administrativo. Ciudad de residencia: Madrid. ¿Desde cuándo busca trabajo?: Desde 2002. ¿Qué trabajo busca? Investigador en un laboratorio de anatomía patológica
Hace no mucho, España se vendía como uno de los países pioneros en la búsqueda de tratamientos contra el cáncer. Si lo es o alguna vez lo fue, la huella de ese prestigio resulta invisible en la carrera profesional de Miguel Ángel Casero, investigador especializado en el diagnóstico de esta enfermedad. «El apoyo a la investigación en España es bastante escaso».
Entre suplencias en hospitales, trabajos como celador y breves escapadas al extranjero —quedó fascinado del sistema sanitario inglés— el sueño de trabajar en un laboratorio, en el que no espera una retribución de más de 800 euros, se desvanece. «Lo que es triste es que, contando con una buena formación, le resulte a uno imposible desarrollar sus actividades».
«Nadie grita por nosotros»
Elena Blasco, 30 años
Formación: Licenciada en Historia y técnico en prevención de riesgos laborales. Últimos trabajos: Desde 2003 estuvo empleada como arqueóloga, cobraba 800 euros al mes. Ciudad de residencia: Madrid. ¿Qué tipo de empleo busca?: Ha renunciado a sus sueño de ser arqueóloga
En 2005 se acuñó el término «mileurista» para dar nombre a esa generación de jóvenes licenciados condenada a vivir al día, sin posibilidad de ahorro ni grandes inversiones. Transcurridos seis años, lo que entonces se presentaba como problema, hoy es la aspiración de muchos. Tras probar suerte como arqueóloga, su vocación, recaló, con contrato, en una compañía de construcción como técnico de prevención de riesgos laborales. «Cobran más los peones de la construcción que los arqueólogos», asevera. Ahora llega «a final de mes con cincuenta euros en la cartilla. Me puede parecer mucho o poco, pero no creo que haya algo mejor que eso». El conformismo sirve a corto plazo, pero dibuja un futuro sin alicientes. «Si no gritamos, nadie lo hará por nosotros».
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