Las reformas imposibles

Las reformas imposibles


6 Diciembre 10 - - César VIDAL
Este fin de semana pasado, ZP se ha quedado sin paseo por las Américas porque había que aprobar reformas urgentes exigidas por Bruselas. Las anunciadas por ZP pueden ser calificadas como pasos en la buena dirección, pero resultan tardías, pobres e insuficientes. No sólo eso. Dejan de manifiesto por enésima vez que las decisiones tomadas por la mayoría de la casta política se dirigen no a solucionar los problemas de los ciudadanos sino a perpetuar un conjunto de privilegios intolerables. Permítaseme brindar algunos botones de muestra. Por ejemplo, ZP podría ayudar a las PYMES ordenando que se les devolviera el IVA no reintegrado o que les pagaran el dinero que les deben las administraciones públicas. Esas medidas las ayudarían mucho más que, por ejemplo, suprimir la obligatoriedad del pago a las cámaras de comercio. ZP también podría recortar el gasto público mediante la supresión de innecesarios asesores o gracias la eliminación de las subvenciones destinadas a los sindicatos, la patronal, los titiricejas o los gays del Perú. Incluso ZP podría satisfacer a Bruselas escuchando los clamores que eleva contra el gasto elefantiásico de las autonomías recortándolo e impidiendo emisiones de bonos como las que ha realizado Cataluña y ahora pretende llevar a cabo Valencia. En todas y cada una de esas direcciones, ZP no ha dado ni un solo paso. Por añadidura, en lugar de todas esas medidas –y de otras parecidas que podríamos mencionar– ha preferido sumir en la miseria a centenares de miles de parados quitándoles la ayuda bien reducida de los poco más de cuatrocientos euros. Si ZP ha actuado así se debe a un hecho fundamental que se insiste, pertinaz y testarudamente, en pasar por alto y es que todas las medidas que he mencionado y que serían mucho más eficaces frente a la crisis chocan directamente con los privilegios de la casta política y de las clientelas que ésta mantiene en torno suyo. Como en otros períodos de la Historia universal –la Francia de 1789, el Sur norteamericano previo a 1861, la Rusia anterior a la primera guerra mundial…– en la España de 2011, se dan cita importantes grupos de privilegiados que viven a costa del trabajo de la mayoría con la terrible añadidura de que esos mismos privilegiados son los que tienen que llevar a cabo una serie de reformas indispensables que implican el recorte drástico de sus privilegios. Pedirles que realicen esas reformas es tarea tan colosal como la de esperar que el plantador de algodón de Alabama de 1860 emancipara a los esclavos o los aristócratas franceses del finales del s. XVIII toleraran que los burgueses instruidos avanzaran en la escala social. Resulta, por tanto, difícil esperar que lo hagan y que vayan contra las sinecuras y canonjías que durante décadas han ido acumulando, entre otros, rapaces nacionalistas y asesores fantasmales, políticos ignorantes y subvencionados diversos, liberados sindicales y empresarios domesticados. Y, sin embargo, todos ellos, en un gesto de egoísta autoconservación, deberían reflexionar en que si no renuncian siquiera en parte a los privilegios de que disfrutan de manera injusta, si no aceptan disminuir siquiera en parte la carga que soportamos los ciudadanos y si no llevan a cabo en la medida de lo indispensable una serie de reformas irrenunciables, al final, el edificio se acabará colapsando desplomándose también sobre sus propias cabezas.
 

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