Entrevista aSanchez Dragá y Albert BOadell.

Boadella y Sánchez Dragó hablan en «Dios los cría...» de la realidad española: la política, el sexo, los toros... Como Savater en «Tauroética», que analiza la fiesta desde una perspectiva filosófica. Tres espíritus libres y absolutamente insobornables
Bajamos del taxi que nos ha llevado de una punta a otra de Madrid y Sánchez Dragó pregunta a modo de despedida: «Con lo de Palin te he dado un buen titular, ¿no?». Lo cierto es que hay unos cuantos. En marcha, entre entrevista y entrevista, Boadella y él mismo encuentran un hueco para una entrevista, «marciana» en la forma pero sabrosa en el contenido. El mérito es suyo: está todo en «Dios los cría...», que han escrito a cuatro manos, una charla entre amigos estructurada en capítulos en la que le dan un repaso a la política, los toros, el sexo, los nacionalismos y  más.

-Da la sensación, por el libro, de que España va mal.
-S.D.: decir que España va mal es un alarde de optimismo por tu parte. Los muertos no van mal.

-Se cuestionan incluso la existencia de España.
-B.: Soy más optimista, me planteo cuántas héctareas será dentro de 10 o 15 años. Fernando cree en la desparición total en este momento.
-S.D.: por lo menos en la desaparición física, social y política. Quedan determinados  factores espirituales y culturales, como la lengua o los toros, que todavía nos permiten seguir hablando de España.

-Y se los van cargando poco a poco. Como los toros en Cataluña.
-S.D.: no sólo los toros, también se están cargando la lengua entre los políticos, los presentadores de televisión y la escuela.
-B.: los catalanes, que en esto han sido muy astutos, han disparado sobre el epicentro de lo que consideran España: los toros y la lengua.
-S.D.: la corrección política es un parricidio. Porque la lengua es la madre de todos: cuando la aprendemos, aprendemos a pensar, a ser.

-¿Quiénes «se la están cargando»? 
-S.D.: hay responsables, presentes, pasados y futuros: eso que se llama el sistema; la transformación de la democracia, que deja de ser una forma de gobernar un país para convertirse en una religión; la corrección política; y la desaparición de la jerarquía y la autoridad en la enseñanza. Etcétera.
-B.: en España, desde hace años, se ha montado una parodia de la democracia. El género humano tiende a la putrefacción, pero la del sistema, especialmente aquí, ha sido rápida. El poder judicial, por ejemplo, un baluarte esencial de la democracia, ha entrado en un estado de degradación absoluto. El sistema está corrupto. No es un problema sólo de los dirigentes, sino de la propia ciudadanía, que acepta este juego de buena gana.
-S.D.: esos son los principales culpables, la masa de personas gregarias que aceptan sin pestañear lo que sucede. Otros responsables son la TV, el encanallamiento de la política, donde nadie quiere ser alternativa, sólo alternancia, la puesta al servicio de los partidos políticos y del poder de los periodistas...

-Cuando hablan del espanto que es Benidorm, ¿lo que les molesta es lo que implica esa masificación?
-S.D.: claro, la madre del cordero es que hay más seres humanos de los que caben en el planeta, y todo se masifica... y se convierte en un exceso de control, una cárcel. Y me molesta el desarrollismo, el creer que el desarrollo es progreso.
-B.: estamos bajo el dominio de las masas.  Los dirigentes las siguen al pie de la letra.

-Las masas a veces eligen bien. Por ejemplo, en España han votado dos veces a Zapatero.
–B.: tienes un fino sentido del humor... 
-S.D.: las masas eligen mal. El pueblo se equivoca siempre. Ya no estamos en lo que Ortega llamaba «La rebelión de las masas» sino en la «rebelión de la chusma». Eso es lo que aparece en los programas de TV. ¿Quiénes votan? ¿a quién le bailan el agua los políticos? A la chusma, porque existen los sondeos de opinión. Los políticos deberían gobernar y el pueblo ser gobernado.

-Sabrán que se enfrentan a acusaciones de elitismo.
-S.D.: no es una acusación. Lo tomaré como un elogio.

-Y los llamarán reaccionarios.
-S.D.: un reaccionario es una persona que reacciona a lo que le rodea. Lo somos.

-En el libro debaten sobre qué supone ser conservador hoy en día. ¿hay cierta vergüenza?
-B.: sí claro, la palabra está desechada. Hasta ahora el conservador ha sido el depredador, se lo ha cargado todo con el urbanismo y la especulación. Pero conservar las cosas es un principio esencial de la civilización. A mí no me duele que me llamen conservador.

-¿Hablamos del progresismo?
-S.D.: es el mal de España. El «progre» es sinónimo de idiota contemporáneo. No hay gente más idiota que los «progres». Yo fui el «progre» más «progre» de todos cuando tenía 20 años. Pero ahora tengo 74. No voy a serlo siempre. Un «progre» es una persona que cree que la realidad tiene que acomodarse a las ideas y no las ideas a la realidad.

-¿Cataluña es el problema nacional, como sugiere el libro?
-B.: podía haberlo sido en momentos del siglo pasado. Ahora, el problema nacional es España, la costumbre del beneplácito ante lo que hace Cataluña, qué estamos haciendo los españoles. El problema no son las aspiraciones de los catalanes, sino cómo a los españoles les importa un comino. Y no sólo Cataluña: si mañana La Rioja dice que quiere ser independiente, nadie se molestará demasiado. No digamos el Gobierno, que  lo ha instigado y sería incapaz de hacer ningún movimiento ante un acto de secesión directo. Los españoles no saben exactamente qué es esta familia llamada España.

-En el libro hablan de sexo, de las denuncias... Dice Dragó que nunca se subirá a un ascensor solo con una señora...
-S.D.: no claro, porque bajas, te denuncia, dice que le has tocado las tetas, ¡y hay de ti!
-B.: es un momento muy inquisitorial, que está afianzado por una cantidad ingente de normativas. Se legisla compulsivamente y eso hace que personas que sobrevivimos durante la dictadura, al margen de lo que era la política, nos podíamos sentir incluso más libres entonces.
-S.D.: será escandaloso, pero te voy a decir que en la España de Franco había mucha más libertad, libertad pequeña, cotidiana, en la calle, de la que hay ahora. Si te metías con Franco, ibas a la cárcel, y yo pagué ese pato. Te convertías en su enemigo, no deja de tener lógica. Pero si no te metías en política, en aquella época España era un país muy libre, no por mérito del franquismo, sino porque no existía este aluvión de leyes que hoy nos aplasta. ¿Sabes que hay 65.000 leyes en España? Con 400 nos bastaba.
-B.: ¡hay 17 parlamentos legislando!

-Al final, los prohibirán a ustedes...
-S.D.: qué va, ya no nos pasará nada. Albert y yo nos hemos colado. Ahora, un Boadella o un Sánchez Dragó de 30 años es imposible: han creado anticuerpos y no te permiten que te infiltres en el sistema.

-Acabo con una pregunta clave sobre lo que trata el libro: ¿cuál es el atractivo sexual de Sarah Palin?
-S.D.: ja, ja, ¿por qué no le preguntas a Albert por el de las sardanistas? En el sexo todos somos muy nuestros. Yo la vi en la campaña cuando era candidata a la vicepresidencia. Me quedé como Dante al ver a Beatriz en el Ponte Vechio del Arno, obnubilado. Me gusta esa mujer, tiene esa cosa de las bibliotecarias de las películas en blanco y negro. Publiqué un artículo sobre esto y recibí comentarios de progres y rojos que me decían: tienes razón, a muchos nos pone Palin.
-B.: en el fondo, es lo mismo que las sardanistas:  la sensación de que el ataque es complicado. La cabaretera no interesa, ésa ya está ganada. En cambio, una sardanista tiene un atractivo tremendo.
-S.D.: lo que sería el acabose sería Palin vestida de sardanista.

El sentimiento catalán y el de la raza aria
Los nacionalismos son un tema recurrente en el libro. «Distinguiría entre el País Vasco y Cataluña. Apenas hay separatismo en el primero: es una minoría. En Cataluña también, pero mucho más mayoritaria. El riesgo real de que Cataluña se independice de España es mucho mayor. En el País vasco no existe», asegura Dragó. «Además, el País vasco ha sido siempre muy español, es posible que el primitivo vascuence fuese la lengua que hablaban los iberos... Y a la clase política vasca la veo más digna, más noble y decorosa, que la clase política catalana, que es espantosa». Boadella apostilla: «Cataluña es más régimen. Allí existe lo que yo llamo “la cosa”, ese sentimiento que comienza a penetrar en todo catalán a partir de que empieza a mamar de las tetas de su madre. Ahora, ese hecho  no quiere decir que sea noble. También existía en los alemanes de 1932 el sentimiento de raza aria. El sentimiento catalán está basado en mentiras e imprecisiones históricas absolutas, y en un deseo revanchista».

Título: «Dios los cría...».
Autores: A. Boadella y F. Sánchez Dragó.
Editorial: Planeta. 18,50 euros.

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